jueves, 28 de abril de 2011

"La CARIDAD no necesita aprobación. Hazlo, cállate la boca y sigue adelante! "

VINCENT - Tim Burton - (español)

De Ancianos... El Último Beso



Caminaba por la vereda, ya no me molestaba nada. Las bocinas, las sirenas, los motores, la gente… una sinfonía de armonioso desequilibrio llegaba al punto máximo de saturación, pero la imagen y el ruido se paralizaban lentamente. El viento cesaba. Las hojas secas representaban el Otoño, en mí sólo una parte del gran escenario, que ahora era reducido a una maqueta invisible. Al otro lado de la avenida, un cuerpo caminaba desvanecidamente, necesitando coordinación y fuerza para mover sus piernas tan rápido como el baile de aquellas hojas al caer abrazadas por la brisa. El cuerpo observaba el piso como lo hacen los niños al dar sus primeros pasos. Pero aquellos pasos eran los últimos que podía dar. Mi corazón comenzaba a llamarme, quería demostrar que aún estaba intacto, como el momento en que la había visto por primera vez. Muchos dicen que el Amor a primera vista no es posible. Yo digo que si. Créanme, han pasado cuarenta y siete años, y aún veo en sus ojos la mirada de una mujer de veintidós. Una mujer que hurtó mi corazón y pensamientos por mucho más tiempo del que mi madre pudo tenerme a su lado. La anciana todavía se esforzaba para llegar al poste del semáforo y, por fin, reflejar el brillo de sus ojos en los míos.
La sinfonía cesó para los dos. Diez metros de cemento nos separaba. El movimiento “fúnebre” de los autos limitaba la visión, de uno hacia el otro, deseando que caigamos en la tentación e irnos con ellos. Pero debíamos cumplir el último mandato, el tiempo se acababa. El frío rozaba las mejillas. Su rostro ocultaba décadas de historia, décadas de obediencia, y sufrimientos de Amor.
Era el día. Su libertad duraría sólo cinco minutos. La salud es complejamente seria. Se manifestaba a veinte metros de la anciana, dos mujeres de blanco, junto a la enredadera de hierros que conformaban el portón de la muerte. Vigilándola como responsable del sufrimiento del mundo entero, observaban fríamente, tal vez era algo común, y seguro lo veían a menudo, conociendo cómo terminaría la historia. ¿Qué importaban las hojas del libro? Sólo me importaba su mensaje, y la aventura llamada Amor.
Una vez dada la señal, se reflejó en el cemento húmedo, iluminando las mejillas del color rojo vivo. Simbolizaba el “avanza”, todo está bien, pronto estarán juntos frente al verde.
Esperó apoyada en la madera vital, el bastón que, junto al mío, completaba el par que habíamos comprado en Praga. Mi pié pisó el cordón, y el otro lo acompañó afirmando la postura. Los cosquilleos en la nariz comenzaban. Las miradas “parlantes” se comentaban. Lo plateado de su cabello se esfumaba en el viento, y tapaban de a momentos su curtido rostro. Ni siquiera podía desprenderse del bastón para quitárselo, entonces me acerqué en su ayuda. Mi mano recorría el contorno de su oreja. Su sonrisa se esbozaba, acompañando el movimiento de mi insistencia.
-¿Sientes lo mismo que yo?- preguntó sin dudar.
Respondí con un leve movimiento de cabeza, y un espejo en mi boca plasmaba la misma sonrisa.
-Te he esperado… ahora es tarde.- Remarcó.
-Nunca es tarde. Yo también he esperado.- Respondí.
-Creí en ninfas y en hadas, pero no han existido. Allí adentro no existe nada de eso. Sólo su censura constante, y el olor al despido.- Me decía entusiasmada y luego entregada.
Sus ojos ya no brillaban, sentía que el tiempo se iba, y ese momento debía ser eficiente. Entonces me apresuré sin contextos.
-Yo aún creo en Ti. Creo en todo lo que ya no existe, creo en el aire, en los aromas, en las historias de niños. Han sido muchas las noches en las que gritaba tu nombre al viento, esperando que estés sentada a mi lado. Pero no ocurría. Entonces lo has estado en mis pensamientos, en mi corazón.
-Pero no es lo mismo. Soy como una vela que suspira para no desprenderse de su llama. Me has hecho falta.- Me confesó.
-Siempre has estado conmigo, ¿no lo recuerdas? Las historias existen, y tu has existido en la mía durante todos estos años. Y hoy será el último canto que hará este jilguero, del cual tú puedas disfrutar. Pero debes prometerme una cosa: lo seguirás escuchando aún en el sueño profundo.- Por fin me había decidido, y la hora llegó.
-Estoy dispuesta a cancelar el paraíso eterno por escucharte resonar en los rincones de mi propio sueño. Renuncio a todo lo que sé, y a todos mis recuerdos que no tengan que ver contigo. Decido no hallar otro compañero de vida que no seas tú, tanto en la próxima como en todas las que me esperan.- Su rostro se volvía brillante y sus ojos ya no tenían color definido, eran transparentes como el agua, y profundos como la madriguera de “Alicia”. Las últimas palabras se acercaban. Ya no existía el tiempo, y no nos hallábamos identificados con esta vida, con esta realidad, sino con todas las que han transcurrido, las que transcurrían y las que eternamente transcurrirían, en ese mismo lugar y a la misma hora… porque la última declaración era única. Frente a frente esbocé convincentemente:
-Te Amo, como siempre te he amado, y jamás lo olvidaré.
Ella traslucía su lucha interna por encontrar palabras que expresaran lo que sentía, y lo que quería decirme. Pero rendida, no pensó más. Encontró la única respuesta concreta y segura que se pudiera dar:
-TE AMO.

Su voz había cambiado, recordaba haberla escuchado, pero hacía más de cuarenta años. Era el tono de unos veinti tantos, cuando decidió que sea la primera vez que me lo diría.

Así fue que, las enfermeras, y toda la responsabilidad que detrás presionaba, se acercaron y dijeron la frase del fin: “Debe entrar nuevamente por favor… un té caliente lo espera Señora”. Decidida fue como se volteó sin mirarme. Pero su mano, una vez dado el paso de regreso, aún seguía rebosada en la mía, sobre mi bastón. Sin voltearse, dejó deslizarla suavemente hasta que el frío erizó la piel.
La puerta de hierro, tan pronto como se abrió, ya estaba cerrada.
Me habían llamado el día anterior, para que esa tardecita vaya a despedirla: el té que la esperaba tenía una leve dosis de morfina. Sufría de cáncer, y había resistido hasta el máximo. No la pude visitar por años, los delirios se apoderaron de ella y el geriátrico fue la orden de la enfermedad.
Sin embargo, a la mañana siguiente, la volví a ver. Un llamado a mi nombre me despertó a las cinco de la mañana, y sin otro objetivo, miré directamente a la puerta, y allí estaba ella de espalda mirándome sobre su hombro, hasta que la cerró muy lentamente.
Estoy seguro de que esa mañana partió definitivamente, y que pasó toda la noche a mi lado, como reclamaba desde que ya no estaba conmigo.
[Texto Propio]

Ella y su amante, el cigarrillo.

Hoy me pasó de ver a una chica muy linda, parecía angelical por sus ojos claros y rizos dorados que brillaban con el sol del atardecer atravezando los árboles...


Pero antes de entrar donde yo estaba observandola, apaga su cigarrillo en la arenilla, y el humo asesino incondicional envolvió su luz. La oscureció. Parpadeé.

ROZAR


No te pasa que cuando ves a una persona que te parece linda, hacés lo imposible para acercarte y que te vea? Te sentis realizado cuando, quizás, sin querer, te roza con su brazo o mochila, cartera, paraguas, etc... lo que sea.

Ahí es donde te gustaría volver y tomarlo/a por la espalda. Tu cerebro reestructura la situación. Tu imaginación se opaca. Mirás la hora, estabas apurado/a, qué torpe... Andando!
TODAVÍASÉ es mi blog, donde voy a contar cosas que me cuento 
a mí mismo...